transportarse a ciegas con el ferrocarril como sentencia y prueba de viaje...
dárselas de muy valiente y nada más extraer la pulpa de las maderas, como de los tamarindos; o, para el caso con las bugambilias, o con la orilla del mar
la piedra enlodada, haciéndose risco en plena sierra
Para abrir boca. Lo demás es humo de recuerdos y de porvenires. De cartas marcadas del imaginario que abarca desde la música del taxi hasta la de los aeropuertos, en tránsito siempre a mejores aguas. Las de
las
cuatro estaciones, de Arturo Márquez, como la revelación de este momento, de
este encuentro: por cuatro ciudades, nada menos, de la vasta geografía:
Aguascalientes, San Luis Potosí, Veracruz y Puebla. Nada menos.
Y nada más, por ahora.
Como
las tres heridas, pero en valles donde hubo alguna vez locomotoras, donde
también hubo campo y cancha para resolver muchas cosas, sin dejarse perder por
los viajes de la ciudad, de las ciudades, de los remansos…
De
la música, eso es cierto. Ahora más que nunca.
Cuando hay que levantar el vuelo y regresar, acaso a La Paloma. No al avión.
Ése no vuela con nosotros.
Sin olvidar que hay otros trayectos, menos difíciles, más silvestres, pero igual de cantarines y sugerentes. Si vale la expresión. Y tienen mucho que ver entre ellos. Aunque no lo parezca a simple vista.
lo que pasaba en esas noches de fiesta, de juerga o de simple viaje
no tener más remedio que subirse en la estación más cercana y dar la vuelta, climas y aromas, por tantos rumbos
con el ferrocarril como tema, o como uno de los temas: el que nos lleva y el que nos trae, desde un lugar hasta otro...
o sin salir del túnel, no el del tiempo, sino el de la misma crónica de la misma ciudad, y otra cada vez...
Y todo aquello que siempre supo de otro modo, era, también la referencia a un tren: La Negra (y hasta los ojos de papel volando, claro) y una referencia crucial (Blas Galindo, nada menos; que la estrenó en 1940)
para no olvidar que mucho de lo que somos es lo que hemos andado... y cómo...
con el asunto de los músicos y sus músicas, con los viajeros como testigos y como protagonistas...
Y es que, hemos de saber, que la Música Para Charlar, por ejemplo, tiene su propia historia. Y es hermosa. Entonces, uno puede sentarse plácidamente una tarde a recorrer los andenes de la curiosidad.
o,
para no salir de Galindo y Revueltas…
aquí, entre
otras cosas, dice: Música para charlar
Música para charlar es el irónico título de la suite orquestal en dos partes,
estrenada
bajo la dirección de Revueltas el 16 de diciembre de 1938 en el Palacio de
Bellas
Artes, que reúne fragmentos de la música para el documental Ferrocarriles de
Baja California (1938), aparentemente perdido, que fuera filmado con apoyo estatal
para
recoger imágenes del importante emprendimiento de la construcción del
ferrocarril
entre
Fuentes Brotantes en la Baja California y Santa Ana en Sonora.
Esta música
sería “para charlar,
para dormir, para tomar el té, qué sé yo; música
para no pensar. La música que hace
pensar es intolerable, martirizante y hay gente que
la prefiere; yo adoro la música que
me hace dormir. (Por eso tengo una serie de
admiradores.)” 53
hablar
de más, además, o de menos de Revueltas, retomando el ferrocarril, por ejemplo…
con
ese pretexto,
fue que llegamos, al final (o al principio, como aquí consta) a Arturo Márquez y su propuesta sonora para los tiempos mexicanos que nos toca habitar